El Nacimiento del Río Cuervo es uno de esos lugares que parecen sacados de un cuento. Situado en plena Serranía de Cuenca, el agua brota entre rocas cubiertas de musgo, formando pequeñas cascadas y charcas cristalinas. No es solo el paisaje lo que enamora, sino también el entorno: una zona salpicada de pueblos con historia, arquitectura tradicional y rincones que merecen ser explorados sin prisa.
Descubre los pueblos bonitos cerca del nacimiento del Río Cuervo con más encanto
Bronchales, naturaleza en estado puro
Bronchales es uno de esos sitios donde el aire huele a pino y la tranquilidad se siente en cada calle. Con más de 1.500 metros de altitud, es un destino perfecto para quienes disfrutan del senderismo o simplemente buscan escapar del ruido. La Fuente del Canto es una de las rutas más accesibles, ideal para una caminata tranquila rodeada de vegetación.
Si subes hasta la Ermita de Santa Bárbara, las vistas te recordarán por qué vale la pena el esfuerzo. Desde allí se ve el pueblo rodeado de un mar de árboles, con el silencio solo interrumpido por el viento y los pájaros. En el centro, la Iglesia de la Asunción sorprende por su mezcla de estilos, con una fachada neoclásica que esconde detalles góticos en su interior.
Calomarde y su barranco de película
Otro de los pueblos bonitos cerca del nacimiento del Río Cuervo es Calomarde, un pequeño con un entorno de otro nivel. Aquí, el Barranco de la Hoz roba todo el protagonismo. No es solo una garganta rocosa; es un espectáculo natural donde los senderos serpentean entre paredes verticales, puentes colgantes y miradores que dan vértigo.
Uno de los mejores momentos para visitarlo es al atardecer, cuando la luz tiñe de naranja las rocas y el silencio del barranco hace que te sientas en otro mundo. Si caminas hasta la Cascada Batida, el sonido del agua te avisará antes de que la veas. Dependiendo de la época del año, puede ser un simple hilo o una caída imponente. En cualquier caso, merece la pena acercarse.
Albarracín, la joya medieval
Decir que Albarracín es bonito se queda corto. Este pueblo, con sus murallas, casas rojizas y calles empedradas, parece diseñado para perderse en él. No hace falta un plan: simplemente pasea, sube por sus calles estrechas, mira los balcones con forja y deja que la historia te envuelva.
El Castillo de Albarracín ofrece una panorámica increíble, con la sierra al fondo y los tejados de teja roja creando un contraste perfecto. Si te gusta el arte religioso, la Catedral del Salvador es una parada obligada, con su colección de retablos barrocos y un ambiente que invita a la contemplación. Pero lo mejor de Albarracín es su atmósfera: caminar por sus rincones es como viajar en el tiempo.
Priego, tradición y agua
Priego es un pueblo de contrastes: por un lado, su casco antiguo con casas de piedra y calles estrechas; por otro, la presencia constante del agua, con el río Escabas creando pequeños remansos perfectos para un descanso.
El Castillo de Priego, aunque en ruinas, sigue siendo un punto clave. Desde sus restos se domina todo el valle, ofreciendo una vista que hace que el esfuerzo de la subida merezca la pena. No muy lejos, la Iglesia de San Nicolás de Bari sorprende por su elegancia renacentista, y el Convento de San Miguel de las Victorias, aunque más discreto, tiene una historia llena de curiosidades.
En verano, muchos optan por acercarse al río Escabas para darse un baño o simplemente disfrutar del sonido del agua. Es un lugar perfecto para desconectar sin necesidad de grandes planes.
Albarracín y Priego son dos pueblos bonitos cerca del nacimiento del Río Cuervo que no debería faltar en tu itinerario turístico por la zona.
Peracense y su castillo imponente
Peracense es un pueblo pequeño, pero su castillo es una de las fortalezas más espectaculares de la región. Construido en lo alto de un risco de piedra rojiza, se mimetiza con el paisaje de forma asombrosa. Desde lo alto de sus murallas, el horizonte se extiende en todas direcciones, ofreciendo una vista que cambia con la luz del día.
Dentro del castillo, se pueden recorrer sus torres y patios, con paneles informativos que ayudan a imaginar su importancia estratégica. Pero más allá de la historia, lo que realmente impacta es la sensación de estar en un lugar donde la arquitectura y la naturaleza se fusionan a la perfección.
El pueblo, con sus casas de piedra y calles tranquilas, es el complemento ideal para una visita sin prisas. Desde ciertos puntos del casco urbano, el castillo aparece enmarcado entre los tejados, creando una imagen que merece ser capturada en una foto.