Cuando se habla de Cádiz, la mayoría piensa en sus playas, pero el interior de la provincia esconde algunos de los pueblos más singulares de Andalucía. Setenil de las Bodegas es uno de ellos, con sus casas encajadas en la roca, pero no es el único que merece una visita. En la Sierra de Cádiz y alrededores, hay rincones con siglos de historia, paisajes que dejan huella y una gastronomía que sabe a tradición.
Si te gusta perderte por calles estrechas, descubrir castillos olvidados o sentarte en una plaza a probar un buen queso payoyo, esta ruta es para ti. Aquí te cuento sobre algunos de los pueblos bontios cerca de Setenil de las Bodegas.
Ronda: el abismo y la historia
Ronda no necesita presentación. Su Puente Nuevo, suspendido sobre un tajo de 100 metros, es una de las imágenes más famosas de Andalucía. Pero más allá de la foto obligada, lo interesante está en recorrerla con calma.
Empieza por los Baños Árabes, mejor conservados que los de Granada, y luego piérdete por el barrio de San Francisco, donde todavía puedes ver la Ronda menos turística. Si tienes tiempo, entra en la Plaza de Toros, una de las más antiguas de España. Incluso si no te gusta la tauromaquia, la historia que guarda este lugar es fascinante.
Y si quieres terminar el día con vistas inolvidables, ve al Mirador de Aldehuela al atardecer. No hay nada como ver cómo la luz cambia sobre los acantilados de la serranía.
Ronda es uno de los pueblos bonitos cerca de Setenil de las Bodegas de imprescindible visita.
Montejaque: el pueblo que esconde una cueva gigante
Montejaque es pequeño, pero su entorno es impresionante. Si te gusta la naturaleza, este es el sitio perfecto. Justo a las afueras está la Cueva del Hundidero, una cavidad enorme que forma parte del mayor sistema subterráneo de Andalucía. Aunque la entrada es libre, entrar en su interior solo es recomendable para espeleólogos con experiencia.
Pero no todo en Montejaque es cuevas y senderos. Su plaza principal, con bares donde sirven chacinas caseras, es ideal para una parada después de una caminata. Y si visitas en abril, coincidirás con la Romería de la Virgen de la Escarihuela, una fiesta local que los vecinos viven con pasión.
Benaoján: prehistoria, chacinas y ríos cristalinos
A cinco minutos de Montejaque, Benaoján tiene dos cosas que lo hacen único: su gastronomía y sus cuevas. Este pueblo es conocido en toda la zona por sus embutidos. Si te gusta el buen jamón o el chorizo de pueblo, este es el sitio para probarlos (y llevarte algunos de vuelta a casa).
El otro gran atractivo es la Cueva de la Pileta, un yacimiento prehistórico con pinturas rupestres de más de 20.000 años. La visita se hace con linternas y un guía que explica cómo vivían los primeros habitantes de la zona. Es una experiencia que no tiene nada que ver con ver dibujos en un museo.
Y si hace calor, pásate por la Cueva del Gato. Su entrada es una postal perfecta, con agua cristalina que parece sacada del Caribe… aunque ojo, el agua está helada incluso en verano.
Benaoján es uno de los pueblos bonitos cerca de Setenil de las Bodegas que merece mucho la pena ya que te sacarás unas fotos espectaculares
Alcalá del Valle: un convento perdido en las montañas
A diferencia de otros pueblos bonitos cerca de Setenil de las Bodegas, Alcalá del Valle no es tan conocido, pero tiene rincones que sorprenden. Uno de ellos es el Monasterio de Caños Santos, un antiguo convento franciscano del siglo XVI, rodeado de campos y con una paz que pocos lugares tienen.
El casco urbano conserva casas solariegas que recuerdan su pasado noble, y en las afueras están los Dólmenes de Tomillo, restos de tumbas prehistóricas que muestran que esta zona ya estaba habitada hace miles de años.
Si te gusta probar dulces típicos, busca las tortas de aceite en alguna panadería del pueblo. Son de esas cosas simples pero deliciosas que solo encuentras en sitios con historia.
Olvera: un castillo con vistas y una ruta ferroviaria sin trenes
Y por último y no menos espectacular, uno de los pueblos bonitos cerca de Setenil de las Bodegas que no te puedes perder es Olvera. Es uno de los pueblos blancos más bonitos de la provincia, y su castillo es la prueba de su pasado árabe. Subir hasta sus murallas merece la pena, porque desde allí las vistas de la Sierra de Cádiz son espectaculares.
Pero lo que hace especial a Olvera es la Vía Verde de la Sierra, una antigua línea de tren que nunca llegó a funcionar y que ahora es una ruta perfecta para senderistas y ciclistas. Pasa por túneles, viaductos y paisajes que no parecen de Andalucía. Si tienes tiempo, alquila una bici y recorre al menos un tramo. Es una forma diferente de ver la sierra.
Si después de la caminata necesitas energía, busca una pastelería y prueba los gañotes, un dulce tradicional que aquí hacen mejor que en ningún otro lado.